Temas:
- Instituto Sanmartiniano
- Las segundas invasiones inglesas
- Los caudillos - Urquiza
- Los caudillos - Rosas
Instituto San Martiniano
José Francisco de San Martín nació en Yapeyú,
actualmente en la provincia argentina de Corrientes, a la vera del caudaloso
río Uruguay, el día 25 de febrero de 1778.
En 1784 se traslada a España con su familia, donde
estudia primero en el Seminario de Nobles de Madrid y luego, en 1789, inicia su
carrera militar en el regimiento de Murcia. Sirve en las filas de España
durante las guerras contra los franceses y en 1808 combate en la batalla de
Baylén contra los ejércitos de Napoleón que habían invadido la Península.
En Cádiz conoce a otros militares de América del Sur y
se enrola en las logias que promovían la independencia. En 1811 renuncia a su
carrera militar en España y se embarca desde Inglaterra hacia el Río de la Plata en la fragata George
Canning, donde arriba el 9 de marzo de 1812 acompañado por otros patriotas.
El gobierno independiente de Buenos Aires acepta los
servicios de San Martín, reconoce su grado de teniente coronel y le encarga
crear un cuerpo de combate que luego sería el glorioso regimiento de Granaderos
a Caballo. En ese mismo año se casa con María de los Remedios de Escalada, que
pertenecía a una distinguida familia del país y crea la logia Lautaro, cuyo
objetivo era liberar América del Sur del yugo español. En octubre de 1812, los
miembros de la logia encabezan un movimiento que tiene por objeto remover
algunos miembros del Primer Triunvirato. Entonces, pacíficamente, el Cabildo
nombra al Segundo Triunvirato, quienes, al poco tiempo, llaman a una asamblea
de delegados de las provincias con el fin de dictar una constitución.
En enero de 1814 San Martín toma el mando del ejército
del Norte, de manos de Belgrano que regresaba derrotado del Alto Perú —hoy la
república de Bolivia—. Se encuentran en la Posta de Yatasto y desde entonces los dos patriotas
entablan una larga amistad.
Al poco tiempo de encontrarse San Martín en Tucumán,
se dio cuenta que era imposible llegar a Lima, que en ese momento era el centro
del poder realista, por el camino terrestre del Alto Perú. Fue entonces que el
Coronel concibió la idea, que luego realizaría con éxito, de cruzar la
cordillera y atacar la Ciudad
de los Virreyes por el mar.
Una enfermedad lo obliga a pedir licencia y consigue
que lo nombren Gobernador de Cuyo, y parte para Mendoza, al pie de la
cordillera de los Andes. Allí se repone y comienza a preparar un ejército para
cruzar la cordillera.
En 1816 envía, por la provincia de Cuyo, delegados al
congreso que se reunía en Tucumán con órdenes expresas de insistir en la
declaración de la independencia. La declaración de la independencia de España
se aclamó el 9 de julio de ese año.
Desde Mendoza prepara con escasos medios un ejército.
Todo el pueblo contribuye con su trabajo y con sus bienes para realizar la
peligrosa expedición. Insiste ante el gobierno de Buenos Aires a que autorice a
sus tropas el cruce de la cordillera.
En enero de 1817 comienza el cruce del ejército,
alrededor de 4000 hombres, la caballería, la artillería de campaña y las
provisiones para un mes. Cruzaron divididas en dos columnas por el paso de Los
Patos y por el de Uspallata, y se encontraron en Santa Rosa de los Andes.
El 12 de febrero de 1817, pocos días después del paso
de la Cordillera,
el ejército de los Andes vence a los realistas en la batalla de Chacabuco y a
los pocos días el Libertador entra en la ciudad de Santiago. El Cabildo se
reunió el día 18 y designó a San Martín como Director Supremo, pero éste
renunció al honor y entonces fue electo para el cargo el general Bernardo
O´Higgins.
En los primeros días de 1818, un ejército realista
desembarcado del Perú, avanzaba sobre la capital de Chile. El 19 de marzo, en
un ataque nocturno, los realistas derrotan a los patriotas en la batalla de
Cancharrayada y O´Higgins resulto herido.
El ejército Unido argentino chileno se rehace y el 5
de abril derrotan completamente a los realistas en la batalla de Maipú, que
puso fin a los esfuerzos españoles para dominar el país.
El camino hacia Lima por mar estaba abierto, pero era
necesario crear una flota que no existía. Con algunos barcos capturados al
enemigo y otros comprados a los Estados Unidos e Inglaterra se crea la marina
chilena que estuvo al mando de Blanco Encalada y luego del almirante inglés
Lord Cochrane.
El 20 de agosto de 1820, parte el ejército
expedicionario argentino chileno del puerto de Valparaíso hacia el Perú.
En el mes de julio de 1821, San Martín entra
triunfante a Lima, proclama la independencia, es designado Protector del Perú y
ejerce el gobierno.
El 26 de julio de 1822 San Martín se entrevista con
Simón Bolívar en la ciudad de Guayaquil, hoy Ecuador. Se reúnen los dos
libertadores de Sudamérica, del norte y del sur. Conferencian en secreto por
más de cuatro horas. San Martín regresa a Lima la noche del 26.
El 20 de setiembre de ese año se reúne en Lima el
primer Congreso del Perú y el Protector renuncia a su cargo. El mismo día se
embarca para Chile y meses más tarde cruza a Mendoza.
El 3 de agosto de 1823 muere su esposa en Buenos
Aires. El 10 de febrero de 1824, disgustado por las guerras civiles en que
estaban envueltas las Provincias Unidas del Río de la Plata, se embarca para
Francia con su hija Mercedes. En europa se ocupa de la educación de su hija y
escribe para ella las Máximas para su hija que son un resumen de su filosofía
de vida. Reside en Europa hasta su muerte el 17 de agosto de 1850 en la ciudad
de Boulogne Sur Mer.
En la capital de la República Argentina
el 5 de abril de 1933, aniversario de la batalla de Maipú, por iniciativa del
doctor José Pacífico Otero y en la sede del Circulo Militar, se procedió
solemnemente a la fundación del Instituto Sanmartiniano.
El doctor Otero presidió el Instituto desde la fecha
de su fundación hasta el momento de fallecer el 14 de mayo de 1937.
En el año 1941 su viuda, la señora Manuela Stegmann de
Otero, donó al Instituto- en memoria de su esposo una casa a construir
especialmente, reproducción de la que ocupara el General San Martín en Grand
Bourg entre los años 1834 y 1848. La Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires,
durante la gestión del Grl Basilio Pertin, cedió un terreno de 290 m2 en la
plaza formada por las calles Sánchez de Bustamante (hoy Mariscal Castilla) y
Alejandro Aguado, en la que se concretó la donación, siendo la fecha de
inauguración de su nueva sede el 11 de agosto de 1946.
Considerando el Poder Ejecutivo Nacional la necesidad
de dar carácter oficial a una institución encargada de difundir la gloria, vida
y obra del Libertador, dada la magnitud del héroe máximo y la trascendente obra
histórica de la entidad, dispuso darle al Instituto la jerarquía que merecía y
a tal efecto dictó, el 16 de agosto de 1944, el decreto N 22.131 por el cual
fue oficializado con la denominación de Instituto Nacional Sanmartiniano.
El 27 de junio de 1945, se designó su primer Consejo
Superior, presidido por el Cnl Bartolomé Descalzo con dependencia del entonces
Ministerio de Guerra. En la actualidad depende de la Secretaria de Cultura
de la Nación.
Presidentes del Instituto Sanmartiniano
1. Dr.
D. José Pacífico Otero (5/4/1933 al 14/5/1937)
2. Grl
Div. D. Juan Esteban Vacarezza (18/5/1937 al 08/4/1941)
3. Dr.
D. Laurentino Olascoaga (29/4/1941 al 04/9/1944)
Presidentes del Instituto Nacional Sanmartiniano
1. Cnl.
D. Bartolomé Descalzo (27/6/1945 al 13/5/1950)
2. Prof.
D. José María Castiñeira de Dios (14/8/1950 al 6/9/1952)
3. Cap.
Frag. D. Jacinto R. Yaben (4/10/1952 al 1/11/1955)
4. Grl.
Br. D. Ernesto Florit (25/2/1957 al 5/10/1965)
5. Grl.
Br. D. Carlos A. Salas (5/9/1967 al 4/9/1970)
6. Grl.
Div. D. Joaquín Aguilar Pinedo (25/2/1977 al 5/12/1983)
7. Grl.
Br. D. Manuel A. Laprida (20/9/1984 al 24/10/1989)
8. Grl.
Div. D. Toms Sánchez de Bustamante (26/10/1989 al 30/7/1991)
9. Grl.
Br. D. Diego Alejandro Soria (1/2/1992 al 27/5/2012)
10. Eduardo
Emanuel García Caffi (28/5/2012 al presente)
Segundas Invasiones Inglesas
Rechazada la
embestida inglesa, las fuerzas de a defensa pasan al contraataque. El
convencimiento de que la victoria ya ha sido lograda da al asalto un ímpetu
arrollador. Cae la “casa de la Virreina Vieja” y sobre su azotea quedan tendidos
los cuerpos de más de 30 soldados británicos. Martín Rodríguez, que interviene
en el ataque, describe así el espectáculo que ofrece el edificio al término de
la lucha: “Parece exagerado decir que por los caños corría la sangre, pero así
sucedió...”
En Santo Domingo,
Craufurd y Pack ofrecen desesperada resistencia, pero deben finalmente deponer
las armas. El templo, acribillado a balazos, recibe también los impactos de los
cañones emplazados en las calles y de las baterías del Fuerte. A este último
desastre se suma también el fracaso del contingente británico que avanza por el
flanco opuesto. Sus columnas, después de sufrir terribles pérdidas, se
repliegan hacia Retiro, acosadas incesantemente por las tropas y el pueblo.
Termina así la jornada del día 5 de Julio. El ataque ha sido rechazado en todos
los frentes, y los británicos han sufrido la pérdida de más de 2.800 hombres
entre muertos, heridos y prisioneros.
El dramático
enfrentamiento concluye dos días más tarde. Después de largas negociaciones,
Whitelocke se resigna a aceptar la derrota, y firma la Capitulación que le
impone Liniers. Este último, bajo la enérgica incitación de Martín de Alzaga,
incluye en el documento la condición de que Montevideo, lo mismo que Buenos
Aires, sea abandonada totalmente por las fuerzas británicas. Como concesión,
Liniers acepta que las tropas de Beresford capturadas en 1806 regresen a su
patria junto con las fuerzas de Whitelocke.
En los primeros
días de Septiembre la flota inglesa se hace a la vela en Montevideo. Atrás
queda una ambición de conquista que no llegó a concretarse ni se concretará ya
jamás. De todos los virreinatos y ciudades de América llegan a Buenos Aires
mensajes saludando a la capital del Plata por el extraordinario triunfo.
La Segunda invasión inglesa se lleva a
cabo en junio, Whitelocke a cargo de la misma desembarca en la ensenada de
Barragán, ya que la tierra era firme y les permitió desembarcar con facilidad
la pesada artillería, una de las grandes diferencias con la primera invasión es
que esta vez los británicos legan a buenos aires con 12000 soldados, estos
ingresaron robando, matando, saqueando y desde Quilmes cruzaron el riachuelo y
llegaron a lo que hoy seria plaza once en donde los esperaba Liniers con once
cañones y a las cinco de la tarde con la llegada de la cabeza de la columna
inglesa se inicia el ataque aunque este no basta y los ingleses logran vencer.
Los ingleses se
mueven hasta Santo Domingo en donde la defensa de la ciudad ya estaba
organizada, esta consistía en que todos los vecinos arrojaran baldazos de agua
hirviendo, palos y piedras desde los balcones; los ingleses avanzan en trece
columnas y toman un convento de Santo Domingo desde donde luego las fuerzas de
la resistencia concentran sus ataques en los edificios de los alrededores y
realizan un cañoneo directo, el enfrentamiento dura dos días y se logran más de
1500 muertos y heridos en las filas inglesas, esto gracias a que en buenos
aires todos los habitantes se convirtieron en milicianos y se lograron enlistar
8600 hombres de los cuales algunos se empezaron a destacar en la vida política
(Manuel Belgrano, Domingo French, Antonio beruti y Cornelio Saavedra). El día
cinco de julio Liniers hace entregar a Whitelocke las condiciones de rendición,
este pide una tregua, el seis transcurrió en negociaciones para los dos bandos
pero finalmente se rendirá el siete tras consultarlo con e almirante y sus
oficiales.
Las condiciones
decían que Whitelocke abandonaría el plata dentro de los sesenta días,
comprendiendo esta cláusula a Montevideo y Colonia, el por convenio se lleva
los prisioneros de la primera y segunda invasión; por este motivo Whitelocke al
llegar a Londres es destituido y se considera incapaz de servir a la corona
inglesa.
Con las invasiones,
el río de la plata se incorpora al conflicto mundial entre Francia e
Inglaterra, con lo que se forman milicias populares, se destituye al virrey por
la voluntad popular y esto muestra la debilidad de las autoridades locales.
Cuando el 2 de
julio de 1807 los ingleses intentaron apoderarse de Buenos Aires por segunda
vez, el convento fue teatro de un glorioso episodio. Los invasores se habían
atrincherado allí, y desde la única torre que tenía en aquel entonces ofrecían
resistencia a las fuerzas de Santiago de Liniers. Muchos de los cañonazos
disparados hacia el convento dieron en la torre, quedando las balas incrustadas
en ella. En la época de Juan Manuel de Rosas, don José María Iturriaga hizo
retirar las balas verdaderas y como recuerdo colocó en su lugar tacos de madera
que son los que hasta hoy se conservan. Actualmente en los pasillos que circundan el altar mayor se encuentran
exhibidas cuatro banderas tomadas por Liniers a los ingleses tras su rendición
en Santo Domingo. Otra
característica del templo es que en su atrio se encuentra el mausoleo que
guarda los restos de Don Manuel Belgrano, quien fue sepultado con el hábito de
la orden de los dominicos. Estos estuvieron primeramente sepultados
bajo una losa, a la entrada de la iglesia, por voluntad testamentaria del
general, que pertenecía a la
Orden Tercera de Santo Domingo. También están sepultados en
el convento los restos de los padres del general Belgrano, por las generosas
contribuciones con las que habían favorecido al templo y los restos del general
Antonio González Balcarce, de Hilarión de la Quintana y de Martín de
Álzaga.
Los caudillos
Justo José Urquiza
Caudillo (Del
latín: capitellium, cabeza) es un término empleado para referirse a un
cabecilla o líder ya sea político, militar o ideológico.
Aunque en un
sentido amplio este término se utiliza para cualquier persona que haga de guía
de otras en cualquier terreno, el uso le ha dado a la palabra caudillo una
cierta connotación política. Por lo general se emplea como referencia a los
líderes políticos de los siglos XIX y XX.
La aparición en el
siglo XIX de numerosos caudillos en distintos países sudamericanos, fue un
fenómeno social denominado caudillismo.
Como consecuencia
de las guerras de independencia, los países que emergieron del mundo colonial
quedaron arruinados económicamente, fragmentados socialmente y una alta
inestabilidad política. Señala Halperin: Un proceso de ruralización y
militarización que favorece el surgimiento del caudillismo. Esta sociedad
ruralizada y militarizada formaba un escenario idóneo para los caudillos
regionales y/o nacionales, que con su caciquismo iban a marcar profundamente la
historia latinoamericana del siglo XIX.
En realidad, la
figura del caudillo ya existía en la sociedad colonial y descansaba
fundamentalmente en la existencia de relaciones patrón-cliente. Se considera
que el surgimiento del caudillismo se apoya en un trípode conformado por la
inexistencia de reglas formales; la competencia política dirimida a través de
conflictos armados; y una sociedad bipolar de terratenientes y peones,
entrelazados por relaciones clientelares. En ese estado, el personalismo
reemplaza a la ley, la violencia se torna la forma aceptable de resolver
conflictos políticos, pero la estructura social se mantiene inalterable, protegida
por el caudillo.
La principal
diferencia con el pasado está en que los caudillos coloniales no tenían una
sociedad militarizada, lo contrario de lo ocurrido tras las guerras de
independencia y civiles. La militarización era un hecho tratando de democratizar
el pais, pero la militarización puso en peligro ese proceso. La ruralización y
militarización constituyeron al caudillo en una de las figuras típicas de
América latina en el siglo XIX. Al mismo tiempo la inestabilidad política y el
debilitamiento del poder central revalorizaron la figura de los caudillos,
convertidos por las circunstancias en los principales garantes del orden y de
la cohesión social a escala local o regional. La figura del caudillo se
manifiesta al margen de las opciones políticas o ideológicas de la época, los
había federalistas o unitarios, liberales y conservadores.
Hay que mencionar
también que la estructura social en el campo,- todos los países recién creados
en Latino América poseían economías rurales, con pequeño, escaso a ningún
sector industrial- era propicia para la aparición de caudillos.
El terrateniente
pedía a sus súbitos trabajos, obediencia y una lealtad absoluta, tanto en
tiempo de paz como en tiempo de guerra, y además en este último los peones se
convierten en los harapientos soldados del ejército personal del
estanciero-caudillo. No había muchas posibilidades de elección por parte de los
peones: La vida en el campo, amenazada por los continuos ataques de los indios
salvajes y los bandidos y fugitivos de la justicia, era extremadamente
peligrosa y la protección que brindaban los muros de la estancia a menudo
significaba la diferencia entre la vida y la muerte. Precisamente este fenómeno
de una dependencia total de los campesinos de su amo-sermidios patrón,
protector y juez. ( en el mundo aislado y herméticamente cerrado de la estancia
la justicia la administraba exclusivamente el estanciero) llego a ser la base
del caudillismo, cuando dicha relación empezó a extenderse del campo a la
escena política y a todo el país.
Sin embargo,
también encontramos otras causas del surgimiento del caudillismo
latinoamericano, y en concreto el Argentino, probablemente el más típico de
todo el continente. Aparte de una gran red de dependencia, anteriormente
mencionada, el caudillo apoyaba su autoridad y prestigio en su poder de
intimidación. El caudillo no era solamente el dueño de las tierras y el
protector de sus peones, si no en realidad era un jefe militar, un guerrero,
acostumbrado a mandar, a hacer prevalecer su autoridad en la región con el arma
en las manos cuando era necesario.
Algunos de los
principales caudillos en Argentina fueron:
José Gervasio
Artigas, Estanislao López y Francisco Ramírez. Justo José de Urquiza, Martín
Miguel de Güemes Juan Manuel de Rosas, Manuel Dorrego, Facundo Quiroga y
Vicente Chacho Peñaloza.
Desde principios del siglo XIX, el caudillo
entrerriano comenzó sus actividades económicas en el área mercantil; Con el
tiempo invirtió en áreas más productivas y rentables como la compra de tierras;
así se convirtió en uno de los hombres más ricos de la región. Dentro del
contexto rioplatense del siglo XIX la producción rural entrerriana tuvo un rol
significativo, ya que a lo largo de la centuria se encontraba entre las
principales beneficiarias del crecimiento ganadero, ubicándose durante ese
período en segundo y tercer lugar, detrás de Buenos Aires, como proveedora de
bienes pecuarios al mercado atlántico. A principios del siglo XIX, la
estructura rural entrerriana estaba sustentada solamente por un modesto grupo
de pastores-labradores y por un reducido conjunto de hacendados que producían
granos para el abasto local y productos ganaderos, sobre todo de cueros
vacunos, para la exportación. Luego de la Revolución de 1810, la cría ganadera obtuvo
ventajas para su desarrollo debido a una amplia disponibilidad de los factores
locales, como la abundancia de tierras para el pastoreo y el incentivo de una
alta demanda de bienes pecuarios en el comercio exterior rioplatense, por lo
cual pudo incrementarse notablemente la producción en las haciendas. Así desde
mediados de la década de 1840 los entrerrianos comenzaron a exportar cantidades
significativas de diversos tipos de cueros curtidos y de tasajo. Al tiempo que
esas mismas haciendas fueron otorgando un lugar destacado a la cría de ovejas y
la venta de lana. Incluso para los años de 1850 en algunos establecimientos del
sur de la provincia los lanares estaban ya en franco predominio dentro del
stock ganadero. Un actor privilegiado de aquellas mutaciones emprendidas por
los “empresarios” de la época fue Justo José de Urquiza, quien por su notable
rol económico, político y social permite una aproximación a las diversas
estrategias de inversión y a las transformaciones de la producción rural de esa
época. De manera que a través de sus negocios podemos abrir una ventana para
observar los cambios o las pervivencias en las preferencias de inversión, así
como sobre las formas de organización interna de los establecimientos a través
de la combinación de los factores y la adopción de nuevas estrategias mediante
la “modernización” del proceso productivo.
Desde 1828 en adelante fue comandante militar y civil
de Concepción del Uruguay. Dos años más tarde apoyó la invasión a su provincia
del general unitario Juan Lavalle y de Ricardo López Jordán (padre). Tras el
fracaso de esa invasión, apoyó otra en 1831 que, al fracasar también, lo obligó
a refugiarse en Santa Fe, bajo la protección del caudillo Estanislao López.
Los caudillos
Juan Manuel de Rosas
Los caudillos eran líderes que se habían d
Los caudillos eran líderes que se habían destacado en
los campos de batalla durante las guerras de independencia, y que sumaron a su
prestigio en las regiones en las cuales habitaban, enormes extensiones de
tierras y una
creciente autoridad política.
En la mayoría de los casos, los caudillos
identificaban sus intereses materiales con los de su localidad o región e
intentaban influir en la forma de organizar a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Generalmente, los caudillos provenían de familias que
habían sido poderosas durante la época colonial, propietarios de tierras y con
cargos militares, como Rosas o López. Peones de estancias y gauchos integraban
las milicias de los caudillos y eran movilizados detrás de los conflictos de
sus patrones, quienes los protegían a cambio de lealtad y servicio y eran
vistos como protectores y proveedores de trabajo, alimento y vivienda. La condición
indispensable para llegar al gobierno o influir en una provincia o región
era, junto con la posesión de riqueza, el hecho de tener el control de las
milicias del lugar.
Don JJuan Manuel de Rosas,
un hombre muy combatido en su tiempo y luego rehabilitado en cierto modo en la
opinión de algunos de quienes en otro tiempo le habían hecho frente; alguien
cuyo status en la
Historia fluctuó constantemente conforme a la ideología
imperante en el momento. Don José de San Martín nunca dudó de sus excelentes
intenciones aun desaprobando sus métodos. Para otros, sin embargo, Rosas fue
El Tirano, el represor por excelencia, el símbolo de las
libertades oprimidas. Popularmente muchos lo asociarán a la ejecución de Camila
O'Gorman y Uladislao Gutiérrez. A otros les vendrá a la mente el accionar
siniestro de la Mazorca,
brazo armado de la
Sociedad Popular Restauradora que lo apoyaba en el gobierno.
Por último, habrá quienes tengan en cuenta que historiadores revisionistas como
Pacho O'Donnel lo defiendan por su espíritu federalista, al menos el exhibido
en los primeros años de su desempeño en la escena política argentina.
General, político y argentino. Nació en Buenos Aires
el 30 de marzo de 1793. En 1820 intervino por primera vez en las luchas
políticas que se disputaron por la hegemonía del país, optó por este último. Tras la caída del Directorio, Rosas comienza a
participar activamente de la política bonaerense. Apoyó e impuso la candidatura
de Martín Rodríguez a la gobernación de Buenos Aires. Participó activamente en
el Pacto de Benegas entre Santa Fe y Buenos Aires y se hace cargo de entregarle
al caudillo santafecino, Estanislao López, 30.000 cabezas de ganado.
El derrocamiento de Dorrego y su posterior
fusilamiento a manos de Lavalle, vuelve a colocar a Rosas en el primer plano de
la política.
Tras fusilar a Dorrego, Lavalle marcha hacia Santa Fe
para encontrarse con Paz, pero es derrotado en Puente de Márquez por las
fuerzas aliadas de López y Juan Manuel de Rosas.
Lavalle firmó con Rosas el pacto de Cañuelas que
nombró como gobernador interino de Buenos Aires a Viamonte y convocó a una
reunión de la sala de representantes porteña para elegir el gobernante
definitivo.
Como caudillo de los federales ocupó por primera vez
hasta diciembre de 1832 el cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires. El
8 de Diciembre de 1829 la sala de representantes proclamó a Juan Manuel de
Rosas gobernador de Buenos Aires otorgándole las facultades extraordinarias y
el título de Restaurador de las Leyes.
Rosas llevó a cabo una administración provincial ordenada. Recortó los gastos y
aumentó los impuestos, superando lentamente el déficit fiscal heredado. Reanudó
las relaciones con la Santa
Sede, suspendidas desde 1810.
Fue el sector terrateniente el que sustentó el liderazgo rosista. La estructura
social durante el período rosista, estuvo basada en la tierra. La gran estancia
era la que confería status y poder.
Acompañaban a Rosas en el poder los grupos dominantes porteños que no estaban
dispuestos a compartir las rentas de la aduana con el resto de las provincias.
El restaurador les garantizaba el orden y la disciplina social necesarios para
desarrollar sus actividades económicas.
Rosas gozaba de un gran predicamento entre sectores populares de Buenos Aires,
y, de esta forma, aparecía ante los terratenientes de la provincia como el
único capaz de contener y encauzar las demandas de las clases bajas.
En agosto de 1830 varias provincias del interior conforman la Liga Unitaria bajo
el liderazgo del General Paz.
En enero de 1831 Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos
firmaron el Pacto Federal, una alianza político militar para terminar con los
unitarios de Paz.
Finalmente Paz será derrotado y capturado por López. Rosas, López y Quiroga
dominaban la confederación. Pero el restaurador demostró ser el más poderoso y
continuó aislando a Buenos Aires de las otras provincias.
En 1832 Rosas fue reelecto como gobernador de Buenos Aires. Exigió que se le
renovaran las facultades extraordinarias. La sala de representantes se opuso y
Rosas renunció.