viernes, 10 de mayo de 2013

Florencia Sol Martinez, Valentina Liuzzi, Carla Paterno y Almendra Sanson

Temas: 
- Instituto Sanmartiniano 
- Las segundas invasiones inglesas
- Los caudillos - Urquiza
- Los caudillos - Rosas 


Instituto San Martiniano

José Francisco de San Martín nació en Yapeyú, actualmente en la provincia argentina de Corrientes, a la vera del caudaloso río Uruguay, el día 25 de febrero de 1778.
En 1784 se traslada a España con su familia, donde estudia primero en el Seminario de Nobles de Madrid y luego, en 1789, inicia su carrera militar en el regimiento de Murcia. Sirve en las filas de España durante las guerras contra los franceses y en 1808 combate en la batalla de Baylén contra los ejércitos de Napoleón que habían invadido la Península.
En Cádiz conoce a otros militares de América del Sur y se enrola en las logias que promovían la independencia. En 1811 renuncia a su carrera militar en España y se embarca desde Inglaterra hacia el Río de la Plata en la fragata George Canning, donde arriba el 9 de marzo de 1812 acompañado por otros patriotas.
El gobierno independiente de Buenos Aires acepta los servicios de San Martín, reconoce su grado de teniente coronel y le encarga crear un cuerpo de combate que luego sería el glorioso regimiento de Granaderos a Caballo. En ese mismo año se casa con María de los Remedios de Escalada, que pertenecía a una distinguida familia del país y crea la logia Lautaro, cuyo objetivo era liberar América del Sur del yugo español. En octubre de 1812, los miembros de la logia encabezan un movimiento que tiene por objeto remover algunos miembros del Primer Triunvirato. Entonces, pacíficamente, el Cabildo nombra al Segundo Triunvirato, quienes, al poco tiempo, llaman a una asamblea de delegados de las provincias con el fin de dictar una constitución.
En enero de 1814 San Martín toma el mando del ejército del Norte, de manos de Belgrano que regresaba derrotado del Alto Perú —hoy la república de Bolivia—. Se encuentran en la Posta de Yatasto y desde entonces los dos patriotas entablan una larga amistad.
Al poco tiempo de encontrarse San Martín en Tucumán, se dio cuenta que era imposible llegar a Lima, que en ese momento era el centro del poder realista, por el camino terrestre del Alto Perú. Fue entonces que el Coronel concibió la idea, que luego realizaría con éxito, de cruzar la cordillera y atacar la Ciudad de los Virreyes por el mar.
Una enfermedad lo obliga a pedir licencia y consigue que lo nombren Gobernador de Cuyo, y parte para Mendoza, al pie de la cordillera de los Andes. Allí se repone y comienza a preparar un ejército para cruzar la cordillera.
En 1816 envía, por la provincia de Cuyo, delegados al congreso que se reunía en Tucumán con órdenes expresas de insistir en la declaración de la independencia. La declaración de la independencia de España se aclamó el 9 de julio de ese año.
Desde Mendoza prepara con escasos medios un ejército. Todo el pueblo contribuye con su trabajo y con sus bienes para realizar la peligrosa expedición. Insiste ante el gobierno de Buenos Aires a que autorice a sus tropas el cruce de la cordillera.
En enero de 1817 comienza el cruce del ejército, alrededor de 4000 hombres, la caballería, la artillería de campaña y las provisiones para un mes. Cruzaron divididas en dos columnas por el paso de Los Patos y por el de Uspallata, y se encontraron en Santa Rosa de los Andes.
El 12 de febrero de 1817, pocos días después del paso de la Cordillera, el ejército de los Andes vence a los realistas en la batalla de Chacabuco y a los pocos días el Libertador entra en la ciudad de Santiago. El Cabildo se reunió el día 18 y designó a San Martín como Director Supremo, pero éste renunció al honor y entonces fue electo para el cargo el general Bernardo O´Higgins.
En los primeros días de 1818, un ejército realista desembarcado del Perú, avanzaba sobre la capital de Chile. El 19 de marzo, en un ataque nocturno, los realistas derrotan a los patriotas en la batalla de Cancharrayada y O´Higgins resulto herido.
El ejército Unido argentino chileno se rehace y el 5 de abril derrotan completamente a los realistas en la batalla de Maipú, que puso fin a los esfuerzos españoles para dominar el país.
El camino hacia Lima por mar estaba abierto, pero era necesario crear una flota que no existía. Con algunos barcos capturados al enemigo y otros comprados a los Estados Unidos e Inglaterra se crea la marina chilena que estuvo al mando de Blanco Encalada y luego del almirante inglés Lord Cochrane.
El 20 de agosto de 1820, parte el ejército expedicionario argentino chileno del puerto de Valparaíso hacia el Perú.
En el mes de julio de 1821, San Martín entra triunfante a Lima, proclama la independencia, es designado Protector del Perú y ejerce el gobierno.
El 26 de julio de 1822 San Martín se entrevista con Simón Bolívar en la ciudad de Guayaquil, hoy Ecuador. Se reúnen los dos libertadores de Sudamérica, del norte y del sur. Conferencian en secreto por más de cuatro horas. San Martín regresa a Lima la noche del 26.
El 20 de setiembre de ese año se reúne en Lima el primer Congreso del Perú y el Protector renuncia a su cargo. El mismo día se embarca para Chile y meses más tarde cruza a Mendoza.
El 3 de agosto de 1823 muere su esposa en Buenos Aires. El 10 de febrero de 1824, disgustado por las guerras civiles en que estaban envueltas las Provincias Unidas del Río de la Plata, se embarca para Francia con su hija Mercedes. En europa se ocupa de la educación de su hija y escribe para ella las Máximas para su hija que son un resumen de su filosofía de vida. Reside en Europa hasta su muerte el 17 de agosto de 1850 en la ciudad de Boulogne Sur Mer.



En la capital de la República Argentina el 5 de abril de 1933, aniversario de la batalla de Maipú, por iniciativa del doctor José Pacífico Otero y en la sede del Circulo Militar, se procedió solemnemente a la fundación del Instituto Sanmartiniano.
El doctor Otero presidió el Instituto desde la fecha de su fundación hasta el momento de fallecer el 14 de mayo de 1937.
En el año 1941 su viuda, la señora Manuela Stegmann de Otero, donó al Instituto- en memoria de su esposo una casa a construir especialmente, reproducción de la que ocupara el General San Martín en Grand Bourg entre los años 1834 y 1848. La Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, durante la gestión del Grl Basilio Pertin, cedió un terreno de 290 m2 en la plaza formada por las calles Sánchez de Bustamante (hoy Mariscal Castilla) y Alejandro Aguado, en la que se concretó la donación, siendo la fecha de inauguración de su nueva sede el 11 de agosto de 1946.
Considerando el Poder Ejecutivo Nacional la necesidad de dar carácter oficial a una institución encargada de difundir la gloria, vida y obra del Libertador, dada la magnitud del héroe máximo y la trascendente obra histórica de la entidad, dispuso darle al Instituto la jerarquía que merecía y a tal efecto dictó, el 16 de agosto de 1944, el decreto N 22.131 por el cual fue oficializado con la denominación de Instituto Nacional Sanmartiniano.
El 27 de junio de 1945, se designó su primer Consejo Superior, presidido por el Cnl Bartolomé Descalzo con dependencia del entonces Ministerio de Guerra. En la actualidad depende de la Secretaria de Cultura de la Nación.

Presidentes del Instituto Sanmartiniano    
1.            Dr. D. José Pacífico Otero (5/4/1933 al 14/5/1937)
2.            Grl Div. D. Juan Esteban Vacarezza (18/5/1937 al 08/4/1941)
3.            Dr. D. Laurentino Olascoaga (29/4/1941 al 04/9/1944)

Presidentes del Instituto Nacional Sanmartiniano
1.            Cnl. D. Bartolomé Descalzo (27/6/1945 al 13/5/1950)
2.            Prof. D. José María Castiñeira de Dios (14/8/1950 al 6/9/1952)
3.            Cap. Frag. D. Jacinto R. Yaben (4/10/1952 al 1/11/1955)
4.            Grl. Br. D. Ernesto Florit (25/2/1957 al 5/10/1965)
5.            Grl. Br. D. Carlos A. Salas (5/9/1967 al 4/9/1970)
6.            Grl. Div. D. Joaquín Aguilar Pinedo (25/2/1977 al 5/12/1983)
7.            Grl. Br. D. Manuel A. Laprida (20/9/1984 al 24/10/1989)
8.            Grl. Div. D. Toms Sánchez de Bustamante (26/10/1989 al 30/7/1991)
9.            Grl. Br. D. Diego Alejandro Soria (1/2/1992 al 27/5/2012)
10.          Eduardo Emanuel García Caffi (28/5/2012 al presente)


Segundas Invasiones Inglesas

Rechazada la embestida inglesa, las fuerzas de a defensa pasan al contraataque. El convencimiento de que la victoria ya ha sido lograda da al asalto un ímpetu arrollador. Cae la “casa de la Virreina Vieja” y sobre su azotea quedan tendidos los cuerpos de más de 30 soldados británicos. Martín Rodríguez, que interviene en el ataque, describe así el espectáculo que ofrece el edificio al término de la lucha: “Parece exagerado decir que por los caños corría la sangre, pero así sucedió...”
En Santo Domingo, Craufurd y Pack ofrecen desesperada resistencia, pero deben finalmente deponer las armas. El templo, acribillado a balazos, recibe también los impactos de los cañones emplazados en las calles y de las baterías del Fuerte. A este último desastre se suma también el fracaso del contingente británico que avanza por el flanco opuesto. Sus columnas, después de sufrir terribles pérdidas, se repliegan hacia Retiro, acosadas incesantemente por las tropas y el pueblo. Termina así la jornada del día 5 de Julio. El ataque ha sido rechazado en todos los frentes, y los británicos han sufrido la pérdida de más de 2.800 hombres entre muertos, heridos y prisioneros.
El dramático enfrentamiento concluye dos días más tarde. Después de largas negociaciones, Whitelocke se resigna a aceptar la derrota, y firma la Capitulación que le impone Liniers. Este último, bajo la enérgica incitación de Martín de Alzaga, incluye en el documento la condición de que Montevideo, lo mismo que Buenos Aires, sea abandonada totalmente por las fuerzas británicas. Como concesión, Liniers acepta que las tropas de Beresford capturadas en 1806 regresen a su patria junto con las fuerzas de Whitelocke.
En los primeros días de Septiembre la flota inglesa se hace a la vela en Montevideo. Atrás queda una ambición de conquista que no llegó a concretarse ni se concretará ya jamás. De todos los virreinatos y ciudades de América llegan a Buenos Aires mensajes saludando a la capital del Plata por el extraordinario triunfo.
La Segunda invasión inglesa se lleva a cabo en junio, Whitelocke a cargo de la misma desembarca en la ensenada de Barragán, ya que la tierra era firme y les permitió desembarcar con facilidad la pesada artillería, una de las grandes diferencias con la primera invasión es que esta vez los británicos legan a buenos aires con 12000 soldados, estos ingresaron robando, matando, saqueando y desde Quilmes cruzaron el riachuelo y llegaron a lo que hoy seria plaza once en donde los esperaba Liniers con once cañones y a las cinco de la tarde con la llegada de la cabeza de la columna inglesa se inicia el ataque aunque este no basta y los ingleses logran vencer.
Los ingleses se mueven hasta Santo Domingo en donde la defensa de la ciudad ya estaba organizada, esta consistía en que todos los vecinos arrojaran baldazos de agua hirviendo, palos y piedras desde los balcones; los ingleses avanzan en trece columnas y toman un convento de Santo Domingo desde donde luego las fuerzas de la resistencia concentran sus ataques en los edificios de los alrededores y realizan un cañoneo directo, el enfrentamiento dura dos días y se logran más de 1500 muertos y heridos en las filas inglesas, esto gracias a que en buenos aires todos los habitantes se convirtieron en milicianos y se lograron enlistar 8600 hombres de los cuales algunos se empezaron a destacar en la vida política (Manuel Belgrano, Domingo French, Antonio beruti y Cornelio Saavedra). El día cinco de julio Liniers hace entregar a Whitelocke las condiciones de rendición, este pide una tregua, el seis transcurrió en negociaciones para los dos bandos pero finalmente se rendirá el siete tras consultarlo con e almirante y sus oficiales.
Las condiciones decían que Whitelocke abandonaría el plata dentro de los sesenta días, comprendiendo esta cláusula a Montevideo y Colonia, el por convenio se lleva los prisioneros de la primera y segunda invasión; por este motivo Whitelocke al llegar a Londres es destituido y se considera incapaz de servir a la corona inglesa.
Con las invasiones, el río de la plata se incorpora al conflicto mundial entre Francia e Inglaterra, con lo que se forman milicias populares, se destituye al virrey por la voluntad popular y esto muestra la debilidad de las autoridades locales.




Cuando el 2 de julio de 1807 los ingleses intentaron apoderarse de Buenos Aires por segunda vez, el convento fue teatro de un glorioso episodio. Los invasores se habían atrincherado allí, y desde la única torre que tenía en aquel entonces ofrecían resistencia a las fuerzas de Santiago de Liniers. Muchos de los cañonazos disparados hacia el convento dieron en la torre, quedando las balas incrustadas en ella. En la época de Juan Manuel de Rosas, don José María Iturriaga hizo retirar las balas verdaderas y como recuerdo colocó en su lugar tacos de madera que son los que hasta hoy se conservan. Actualmente en los pasillos que circundan el altar mayor se encuentran exhibidas cuatro banderas tomadas por Liniers a los ingleses tras su rendición en Santo Domingo. Otra característica del templo es que en su atrio se encuentra el mausoleo que guarda los restos de Don Manuel Belgrano, quien fue sepultado con el hábito de la orden de los dominicos. Estos estuvieron primeramente sepultados bajo una losa, a la entrada de la iglesia, por voluntad testamentaria del general, que pertenecía a la Orden Tercera de Santo Domingo. También están sepultados en el convento los restos de los padres del general Belgrano, por las generosas contribuciones con las que habían favorecido al templo y los restos del general Antonio González Balcarce, de Hilarión de la Quintana y de Martín de Álzaga. 

Los caudillos
Justo José Urquiza

Caudillo (Del latín: capitellium, cabeza) es un término empleado para referirse a un cabecilla o líder ya sea político, militar o ideológico.
Aunque en un sentido amplio este término se utiliza para cualquier persona que haga de guía de otras en cualquier terreno, el uso le ha dado a la palabra caudillo una cierta connotación política. Por lo general se emplea como referencia a los líderes políticos de los siglos XIX y XX.
La aparición en el siglo XIX de numerosos caudillos en distintos países sudamericanos, fue un fenómeno social denominado caudillismo.
Como consecuencia de las guerras de independencia, los países que emergieron del mundo colonial quedaron arruinados económicamente, fragmentados socialmente y una alta inestabilidad política. Señala Halperin: Un proceso de ruralización y militarización que favorece el surgimiento del caudillismo. Esta sociedad ruralizada y militarizada formaba un escenario idóneo para los caudillos regionales y/o nacionales, que con su caciquismo iban a marcar profundamente la historia latinoamericana del siglo XIX.
En realidad, la figura del caudillo ya existía en la sociedad colonial y descansaba fundamentalmente en la existencia de relaciones patrón-cliente. Se considera que el surgimiento del caudillismo se apoya en un trípode conformado por la inexistencia de reglas formales; la competencia política dirimida a través de conflictos armados; y una sociedad bipolar de terratenientes y peones, entrelazados por relaciones clientelares. En ese estado, el personalismo reemplaza a la ley, la violencia se torna la forma aceptable de resolver conflictos políticos, pero la estructura social se mantiene inalterable, protegida por el caudillo.
La principal diferencia con el pasado está en que los caudillos coloniales no tenían una sociedad militarizada, lo contrario de lo ocurrido tras las guerras de independencia y civiles. La militarización era un hecho tratando de democratizar el pais, pero la militarización puso en peligro ese proceso. La ruralización y militarización constituyeron al caudillo en una de las figuras típicas de América latina en el siglo XIX. Al mismo tiempo la inestabilidad política y el debilitamiento del poder central revalorizaron la figura de los caudillos, convertidos por las circunstancias en los principales garantes del orden y de la cohesión social a escala local o regional. La figura del caudillo se manifiesta al margen de las opciones políticas o ideológicas de la época, los había federalistas o unitarios, liberales y conservadores.
Hay que mencionar también que la estructura social en el campo,- todos los países recién creados en Latino América poseían economías rurales, con pequeño, escaso a ningún sector industrial- era propicia para la aparición de caudillos.
El terrateniente pedía a sus súbitos trabajos, obediencia y una lealtad absoluta, tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra, y además en este último los peones se convierten en los harapientos soldados del ejército personal del estanciero-caudillo. No había muchas posibilidades de elección por parte de los peones: La vida en el campo, amenazada por los continuos ataques de los indios salvajes y los bandidos y fugitivos de la justicia, era extremadamente peligrosa y la protección que brindaban los muros de la estancia a menudo significaba la diferencia entre la vida y la muerte. Precisamente este fenómeno de una dependencia total de los campesinos de su amo-sermidios patrón, protector y juez. ( en el mundo aislado y herméticamente cerrado de la estancia la justicia la administraba exclusivamente el estanciero) llego a ser la base del caudillismo, cuando dicha relación empezó a extenderse del campo a la escena política y a todo el país.
Sin embargo, también encontramos otras causas del surgimiento del caudillismo latinoamericano, y en concreto el Argentino, probablemente el más típico de todo el continente. Aparte de una gran red de dependencia, anteriormente mencionada, el caudillo apoyaba su autoridad y prestigio en su poder de intimidación. El caudillo no era solamente el dueño de las tierras y el protector de sus peones, si no en realidad era un jefe militar, un guerrero, acostumbrado a mandar, a hacer prevalecer su autoridad en la región con el arma en las manos cuando era necesario.
Algunos de los principales caudillos en Argentina fueron:
José Gervasio Artigas, Estanislao López y Francisco Ramírez. Justo José de Urquiza, Martín Miguel de Güemes Juan Manuel de Rosas, Manuel Dorrego, Facundo Quiroga y Vicente Chacho Peñaloza.

                                                                                                                                                   
Desde principios del siglo XIX, el caudillo entrerriano comenzó sus actividades económicas en el área mercantil; Con el tiempo invirtió en áreas más productivas y rentables como la compra de tierras; así se convirtió en uno de los hombres más ricos de la región. Dentro del contexto rioplatense del siglo XIX la producción rural entrerriana tuvo un rol significativo, ya que a lo largo de la centuria se encontraba entre las principales beneficiarias del crecimiento ganadero, ubicándose durante ese período en segundo y tercer lugar, detrás de Buenos Aires, como proveedora de bienes pecuarios al mercado atlántico. A principios del siglo XIX, la estructura rural entrerriana estaba sustentada solamente por un modesto grupo de pastores-labradores y por un reducido conjunto de hacendados que producían granos para el abasto local y productos ganaderos, sobre todo de cueros vacunos, para la exportación. Luego de la Revolución de 1810, la cría ganadera obtuvo ventajas para su desarrollo debido a una amplia disponibilidad de los factores locales, como la abundancia de tierras para el pastoreo y el incentivo de una alta demanda de bienes pecuarios en el comercio exterior rioplatense, por lo cual pudo incrementarse notablemente la producción en las haciendas. Así desde mediados de la década de 1840 los entrerrianos comenzaron a exportar cantidades significativas de diversos tipos de cueros curtidos y de tasajo. Al tiempo que esas mismas haciendas fueron otorgando un lugar destacado a la cría de ovejas y la venta de lana. Incluso para los años de 1850 en algunos establecimientos del sur de la provincia los lanares estaban ya en franco predominio dentro del stock ganadero. Un actor privilegiado de aquellas mutaciones emprendidas por los “empresarios” de la época fue Justo José de Urquiza, quien por su notable rol económico, político y social permite una aproximación a las diversas estrategias de inversión y a las transformaciones de la producción rural de esa época. De manera que a través de sus negocios podemos abrir una ventana para observar los cambios o las pervivencias en las preferencias de inversión, así como sobre las formas de organización interna de los establecimientos a través de la combinación de los factores y la adopción de nuevas estrategias mediante la “modernización” del proceso productivo.
Desde 1828 en adelante fue comandante militar y civil de Concepción del Uruguay. Dos años más tarde apoyó la invasión a su provincia del general unitario Juan Lavalle y de Ricardo López Jordán (padre). Tras el fracaso de esa invasión, apoyó otra en 1831 que, al fracasar también, lo obligó a refugiarse en Santa Fe, bajo la protección del caudillo Estanislao López.

Los caudillos
Juan Manuel de Rosas

Los caudillos eran líderes que se habían d 
Los caudillos eran líderes que se habían destacado en los campos de batalla durante las guerras de independencia, y que sumaron a su prestigio en las regiones en las cuales habitaban, enormes extensiones de tierras y una
creciente autoridad política.
En la mayoría de los casos, los caudillos identificaban sus intereses materiales con los de su localidad o región e intentaban influir en la forma de organizar a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Generalmente, los caudillos provenían de familias que habían sido poderosas durante la época colonial, propietarios de tierras y con cargos militares, como Rosas o López. Peones de estancias y gauchos integraban las milicias de los caudillos y eran movilizados detrás de los conflictos de sus patrones, quienes  los protegían a cambio de lealtad y servicio y eran vistos como protectores y proveedores de trabajo, alimento y vivienda. La condición indispensable para llegar al gobierno o influir en una provincia  o región era, junto con la posesión de riqueza, el hecho de tener el control de las milicias del lugar. 




Don JJuan Manuel de Rosas, un hombre muy combatido en su tiempo y luego rehabilitado en cierto modo en la opinión de algunos de quienes en otro tiempo le habían hecho frente; alguien cuyo status en la Historia fluctuó constantemente conforme a la ideología imperante en el momento. Don José de San Martín nunca dudó de sus excelentes intenciones aun desaprobando sus métodos. Para otros, sin embargo, Rosas fue El Tirano, el represor por excelencia, el símbolo de las libertades oprimidas. Popularmente muchos lo asociarán a la ejecución de Camila O'Gorman y Uladislao Gutiérrez. A otros les vendrá a la mente el accionar siniestro de la Mazorca, brazo armado de la Sociedad Popular Restauradora que lo apoyaba en el gobierno. Por último, habrá quienes tengan en cuenta que historiadores revisionistas como Pacho O'Donnel lo defiendan por su espíritu federalista, al menos el exhibido en los primeros años de su desempeño en la escena política argentina.
General, político y argentino. Nació en Buenos Aires el 30 de marzo de 1793. En 1820 intervino por primera vez en las luchas políticas que se disputaron por la hegemonía del país, optó por este último. Tras la caída del Directorio, Rosas comienza a participar activamente de la política bonaerense. Apoyó e impuso la candidatura de Martín Rodríguez a la gobernación de Buenos Aires. Participó activamente en el Pacto de Benegas entre Santa Fe y Buenos Aires y se hace cargo de entregarle al caudillo santafecino, Estanislao López, 30.000 cabezas de ganado.
El derrocamiento de Dorrego y su posterior fusilamiento a manos de Lavalle, vuelve a colocar a Rosas en el primer plano de la política.
Tras fusilar a Dorrego, Lavalle marcha hacia Santa Fe para encontrarse con Paz, pero es derrotado en Puente de Márquez por las fuerzas aliadas de López y Juan Manuel de Rosas.
Lavalle firmó con Rosas el pacto de Cañuelas que nombró como gobernador interino de Buenos Aires a Viamonte y convocó a una reunión de la sala de representantes porteña para elegir el gobernante definitivo.
Como caudillo de los federales ocupó por primera vez hasta diciembre de 1832 el cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires. El 8 de Diciembre de 1829 la sala de representantes proclamó a Juan Manuel de Rosas gobernador de Buenos Aires otorgándole las facultades extraordinarias y el título de Restaurador de las Leyes.

Rosas llevó a cabo una administración provincial ordenada. Recortó los gastos y aumentó los impuestos, superando lentamente el déficit fiscal heredado. Reanudó las relaciones con la Santa Sede, suspendidas desde 1810.
Fue el sector terrateniente el que sustentó el liderazgo rosista. La estructura social durante el período rosista, estuvo basada en la tierra. La gran estancia era la que confería status y poder.
Acompañaban a Rosas en el poder los grupos dominantes porteños que no estaban dispuestos a compartir las rentas de la aduana con el resto de las provincias.
El restaurador les garantizaba el orden y la disciplina social necesarios para desarrollar sus actividades económicas.
Rosas gozaba de un gran predicamento entre sectores populares de Buenos Aires, y, de esta forma, aparecía ante los terratenientes de la provincia como el único capaz de contener y encauzar las demandas de las clases bajas.
En agosto de 1830 varias provincias del interior conforman la Liga Unitaria bajo el liderazgo del General Paz.

En enero de 1831 Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos firmaron el Pacto Federal, una alianza político militar para terminar con los unitarios de Paz.

Finalmente Paz será derrotado y capturado por López. Rosas, López y Quiroga dominaban la confederación. Pero el restaurador demostró ser el más poderoso y continuó aislando a Buenos Aires de las otras provincias.
En 1832 Rosas fue reelecto como gobernador de Buenos Aires. Exigió que se le renovaran las facultades extraordinarias. La sala de representantes se opuso y Rosas renunció. 








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